El gobierno británico estudia chips subcutáneos con IA para vigilar criminales y predecir futuros delitos. ¿Innovación o distopía?
En una decisión que parece extraída directamente de una novela de Philip K. Dick, el gobierno británico ha puesto sobre la mesa una propuesta que podría cambiar para siempre la forma en que entendemos la justicia penal: implantar chips con inteligencia artificial bajo la piel de criminales para no solo rastrearlos, sino anticipar sus futuros delitos.
Esta no es ciencia ficción. Es una propuesta real que está siendo discutida en los más altos niveles del poder británico y que podría sentar un precedente mundial.
Más allá de la vigilancia tradicional
Durante una reunión exclusiva en Londres, la ministra de Justicia, Shabana Mahmood, se sentó con representantes de gigantes tecnológicos como Google, Amazon, Microsoft e IBM para explorar lo que representaría un salto evolutivo radical respecto a los actuales sistemas de monitoreo electrónico.
Los tradicionales dispositivos GPS que conocemos hoy quedarían obsoletos. Estos chips subcutáneos equipados con inteligencia artificial prometen ir mucho más allá del simple rastreo de ubicación. La tecnología propuesta podría:
- Analizar patrones de comportamiento en tiempo real
- Predecir potenciales actividades delictivas antes de que ocurran
- Monitorear constantes biométricas que podrían indicar estados emocionales
- Enviar alertas automáticas a las autoridades ante "comportamientos sospechosos"
Los riesgos técnicos de la predicción algorítmica
Desde una perspectiva técnica, esta propuesta enfrenta desafíos monumentales que van más allá de la simple implementación tecnológica. Los algoritmos predictivos actuales muestran tasas de falsos positivos alarmantemente elevadas y sesgos sistemáticos que han sido documentados extensamente en la literatura criminológica.
La experiencia con herramientas como COMPAS (Correctional Offender Management Profiling for Alternative Sanctions) en Estados Unidos ofrece lecciones preocupantes. Un análisis de ProPublica en 2016 reveló que este sistema de evaluación de riesgo era significativamente más propenso a clasificar incorrectamente a defendants afroamericanos como de "alto riesgo" de reincidencia, mientras subestimaba el riesgo de defendants blancos.
Donald Campbell de la organización Foxglove señala correctamente que estos sistemas "no son fiables". Sus palabras cobran especial relevancia cuando consideramos que estamos hablando de decisiones que afectan la libertad y los derechos fundamentales de las personas.
¿Por qué fallan los sistemas actuales de vigilancia electrónica?
Los estudios sobre vigilancia electrónica tradicional revelan una realidad compleja. Aunque algunos análisis muestran reducciones en la reincidencia en ciertos casos, la evidencia sugiere que su efectividad depende mucho más de los programas de rehabilitación asociados que del simple control tecnológico.
La teoría de la disuasión, uno de los pilares conceptuales de la justicia penal moderna, establece que la certeza del castigo es más efectiva para prevenir el crimen que su severidad. Sin embargo, la vigilancia invasiva constante puede generar efectos contraproducentes que socavan precisamente los objetivos que pretende alcanzar.
Los efectos psicológicos y sociales no deseados
La investigación criminológica ha identificado varios efectos adversos de la vigilancia intensiva:
- Estrés crónico que puede deteriorar la salud mental y la capacidad de toma de decisiones
- Estigmatización social que dificulta la reintegración comunitaria
- Barreras para el empleo debido al estigma tecnológico
- Deterioro de las relaciones familiares por la constante presencia de la vigilancia
El paradigma de la justicia actuarial vs. la rehabilitación
El modelo británico parece inspirarse en los enfoques de justicia actuarial, una corriente que prioriza la gestión estadística del riesgo sobre los objetivos tradicionales de rehabilitación y reinserción social.
Esta aproximación contradice décadas de evidencia criminológica que demuestran que la reinserción social exitosa requiere elementos fundamentales como:
- Construcción de confianza entre el individuo y las instituciones
- Autonomía progresiva en el proceso de reintegración
- Apoyo comunitario y familiar sólido
- Oportunidades reales de empleo y educación
La vigilancia constante e invasiva puede erosionar precisamente estos pilares de la rehabilitación efectiva.
La mercantilización del control penal
Un aspecto particularmente preocupante de las discusiones londinenses ha sido la participación de empresas privadas como Serco, una compañía que gestiona prisiones privadas y tiene intereses comerciales directos en el sistema penitenciario.
Esta situación plantea interrogantes fundamentales sobre la mercantilización del control penal y los posibles conflictos de interés entre los beneficios empresariales y los objetivos legítimos de la justicia. ¿Pueden las empresas que lucran con el encarcelamiento tomar decisiones objetivas sobre alternativas a la prisión?
Lecciones internacionales y precedentes inquietantes
La propuesta británica no surge en el vacío. Otros países han experimentado con tecnologías de vigilancia predictiva con resultados mixtos en el mejor de los casos:
- China ha implementado sistemas de crédito social que combinan vigilancia masiva con predicción algorítmica
- Estados Unidos ha utilizado algoritmos predictivos en decisiones judiciales con resultados discriminatorios documentados
- Países Bajos han experimentado con sistemas de evaluación de riesgo que han mostrado sesgos significativos
El Futuro de los derechos humanos en la era digital
La propuesta británica nos coloca ante una encrucijada histórica. Por primera vez, estamos considerando seriamente la posibilidad de implantar tecnología de vigilancia permanente en el cuerpo humano como parte del sistema de justicia penal.
Las implicaciones van mucho más allá de la efectividad técnica. Estamos hablando de redefinir conceptos fundamentales como la privacidad corporal, la presunción de inocencia y el derecho a la rehabilitación.
¿Hacia dónde vamos?
Reino Unido se está posicionando como pionero en un territorio inexplorado que podría redefinir la justicia penal del siglo XXI. Las decisiones que se tomen en los próximos meses no solo afectarán a los ciudadanos británicos, sino que podrían establecer precedentes que otros países seguirán.
La pregunta fundamental no es si podemos implementar esta tecnología, sino si debemos hacerlo. En la búsqueda de soluciones a problemas reales como la sobrepoblación carcelaria y la reincidencia, ¿estamos dispuestos a cruzar líneas rojas que podrían ser imposibles de revertir?
La historia nos ha enseñado que las tecnologías de control, una vez implementadas, tienden a expandirse más allá de sus propósitos originales. Lo que comienza como una medida "excepcional" para criminales peligrosos puede convertirse en la norma para infracciones menores, y eventualmente, para la población general.
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