Las redes sociales han dado voz a todo el mundo, y aunque esto tiene sus ventajas, también ha creado un fenómeno curioso: personas que jamás tendrían el coraje de enfrentarte cara a cara, pero que se convierten en guerreros digitales detrás de una pantalla.
Todos hemos conocido a alguien así. En persona es cordial, incluso amable. Pero basta con que las circunstancias cambien –un nuevo entorno, una nueva dinámica– para que su actitud se transforme y empiece a lanzar ataques desde la comodidad de su teclado. No porque haya sucedido algo grave, sino porque, de repente, se siente con derecho a proyectar sus inseguridades en los demás.
La raíz del problema no es la cobardía, sino el patrón detrás de este comportamiento. Muchas veces, estas personas son el reflejo de una frustración acumulada, de una vida que no ha salido como esperaban. En lugar de trabajar en sí mismos, prefieren atacar a quienes sí han construido algo con esfuerzo. Y lo hacen desde la distancia, donde se sientes seguros y consideran que no hay consecuencias, solo una falsa sensación de poder.
¿Cómo responder a esto? La clave no está en rebajarse al mismo nivel. El peor castigo para un troll no es el insulto, sino la indiferencia o, mejor aún, la ironía. No hay nada que les moleste más que no ser tomados en serio. Si su objetivo es hacerte perder la calma, demostrar que sus palabras no tienen impacto es la mejor respuesta.
Esto nos deja una lección importante: elige bien con quién interactúas y en qué inviertes tu energía. No todo el mundo merece una respuesta, y mucho menos tu tiempo. En el mundo digital, como en la vida, rodearte de personas que sumen, en lugar de restar, es la mejor estrategia.
Porque el éxito no se mide en "likes" ni en discusiones ganadas en Facebook, sino en la capacidad de seguir adelante sin distraerse con la mediocridad.
#PsicologíaDigital #Liderazgo #CrecimientoPersonal #RedesSociales