No hay peor sensación que confiar en un profesional y terminar con un desastre en casa. Lo barato sale caro, pero la incompetencia cuesta aún más.
Imagina contratar a un albañil para cambiar una ventana y descubrir que, después de días de trabajo, la deja sin sellar, instala un modelo diferente y se marcha como si nada hubiera pasado. Luego llega la tormenta, el agua se cuela sin piedad y la casa, que debía estar protegida, se convierte en una piscina improvisada. Intentas contactar al responsable, pero siempre tiene una excusa, se demora y al final se lava las manos. Pasa el tiempo, los daños se acumulan y el problema que parecía pequeño se convierte en una pesadilla.
Este tipo de situaciones no son raras. Muchos propietarios han pasado por experiencias similares y, aunque parezca que no hay solución, sí la hay. En España, la Ley de Ordenación de la Edificación (LOE) y el Código Civil protegen a los clientes de obras mal ejecutadas.
Si el problema es estético o de acabado, hay un año para reclamar. Si afecta la habitabilidad de la vivienda, el plazo es de tres años. Y si el defecto es estructural, la responsabilidad del contratista se extiende hasta diez años. Lo importante es documentar todo: fotos, vídeos y cualquier comunicación con la empresa pueden ser claves para exigir una reparación o incluso una compensación legal.
La clave está en no dejar pasar el tiempo. Primero hay que contactar formalmente a la empresa y exigir la reparación. Si la respuesta no llega o es insuficiente, la reclamación puede presentarse en la Oficina de Consumo o, si es necesario, llevar el caso ante un abogado especializado.
No dejes que un mal trabajo se convierta en un problema eterno. Si pagaste por un servicio, tienes derecho a exigir calidad.
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